30/11/10

       "Ustedes, los mandarines de la tortura, los distribuidores del castigo, los que se cebaron en el prójimo indefenso, ¿cómo pueden soportarse en el insomnio, regocijarse en el cariño de su madre?
       Lo más asqueroso de su cochina memoria es su imitación de vida. Casi todos dicen ser devotos. ¿Será que acaso creen que su dios es un desalmado, un feroz, un iracundo? Puede ser.
       Ustedes, los que hieren, los que fusilan, los que arrojan cadáveres al mar, los que no pueden ni con su sombra, los que dejaron la conciencia en el desierto y el futuro en el pasado, ¿son tan cobardes como para colgarse una medalla en el pecho o abrazar a sus hijos sin el menor escrúpulo?
       Por favor, miren hacia arriba, atraviesen las nubes, y luego déjense caer caer caer. El suelo los espera con la muerte, no la de todos sino una más roñosa."
Mario Benedetti, "Ustedes"


Así que supongo que esto, por desgracia, es todo lo que una puede pensar cuando le defienden a dictadores, cuando hay quien se atreve a juzgar cuál opinión es lícita o cuál no, cuando la temperatura apenas llega a un grado y hay que levantarse a las siete o cuando los ojos de la gente se vuelven más tristes y grises por los de arriba. Y es una pena que toda esta lluvia no se lleve de golpe la miseria (y no sólo es miserable quien no tiene dinero, yo hablo de la miseria de verdad, de los que sí lo tienen) o que la nieve no entierre las venganzas y las mentiras. Y aunque sea un tópico, está claro: "que paren el mundo que yo me bajo", que hoy todo está muy negro.


 

23/11/10

A ti y a tu mirada.

Querido A:

          No sé cuánto tiempo ha pasado, para mí ha sido una eternidad así que diré que ha pasado mucho (un segundo puede ser un mundo, tú siempre lo decías); sólo escribo para decirte que aquí todo sigue igual que el día que te marchaste. La ciudad sigue imparable, impasible, el mundo no se detiene por tu ausencia, a veces incluso parece que va más rápido. Todo sigue siendo circular. Primero hay risas, luego llantos y después risas otra vez. Los niños siguen jugando y los gatos que se esconden bajo los escombros de la casita abandonada que teníamos enfrente siguen saliendo a recibirme cuando llego de madrugada. El humo sigue siendo gris y la televisión sigue escupiendo basura. Los árboles crecen menos - por lo del humo gris, supongo-, pero crecen de todas formas, las olas de la playa siguen siendo pequeñitas, ya sabes que el mar aquí está siempre tranquilo (aunque yo creía que el día que te fueras habría un tsunami o algo peor). Recuerdo que cuando llegaste todo era igual, pero menos vivo. ¿Te acuerdas de la viejecita que vendía castañas en la esquina? Siempre sonreía al verte llegar y te gritaba "¡Bienvenido otra vez, forastero!"; sigue ahí también aunque apenas sonríe. Yo, por mi parte, sigo igual... aunque como la viejecita apenas sonrío; mi pelo sigue largo y sigue oliendo a menta, mi dedo índice sigue amarillo y sigo tomando demasiado café, aún conservo tus libros... La estación no sé cómo sigue, supongo que frenética, pero no he tenido el valor de volver desde que te vi marchar en aquel tren; sé que te gustaría saberlo, pero no he podido. Ahora no pienso tanto en ti, aunque no puedo mirar al sol sin pensar en tu pelo. Disculpa que no te pregunte cómo estás tú, supongo que seguirás igual: saltando en los charcos, desafiando al mundo, fumando lo verde y enamorando a cualquier inocente. Me alegro de que así sea.

En realidad, no espero verte pronto,
siempre tuya,
Cècile.

22/11/10

Ahora que es invierno

Ahora que ya es invierno y las manos sufren el frío más que los propios pies calados, uno piensa que no sabe bien por dónde empezar, si por su historia o por la de otros, o tal vez por la propia con nombres de otros. Quizás así sea más fácil, quizás si tú dejas de ser tú y empiezas a ser X o Narciso y yo dejo de ser yo y paso a ser Y o tal vez Eco, entonces, podríamos contarnos el uno al otro nuestra historia con nombres de otros y así no sentir la vergüenza, el arrepentimiento, la indiferencia, o cualquier otro sentimiento que haga cerrar los pestillos de los corazones y de este modo, si por ejémplo tú fueras Clyde y yo Bonnie podría decirte que lo siento, y tú podrías decirme que lo sientes y no nos detendría el pudor ni el orgullo. También si fuéramos dos orugas... si fuéramos orugas no tendríamos que hablar, ya que si hay alguien por quien yo me arrastraría serías tú y eso vale más que cien palabras. Y si fuéramos dos pájaros podríamos volar y no pensar en todo el daño pasado ni en las cosas de aquí abajo que conducen a perder el control y la sonrisa, seguramente podríamos llegar al sol. Si tú te llamaras X y yo me llamara Y, por ejemplo, podría gritar que un día luchamos el uno por el otro y que nunca dejamos que el mundo nos matase por dentro. Pero ahora que es invierno y las manos sufren el frío más que los propios pies calados, se terminaron los sueños soleados y tu nombre y mi nombre siguen siendo los mismos y nuestra historia no cambia.