30/11/10

       "Ustedes, los mandarines de la tortura, los distribuidores del castigo, los que se cebaron en el prójimo indefenso, ¿cómo pueden soportarse en el insomnio, regocijarse en el cariño de su madre?
       Lo más asqueroso de su cochina memoria es su imitación de vida. Casi todos dicen ser devotos. ¿Será que acaso creen que su dios es un desalmado, un feroz, un iracundo? Puede ser.
       Ustedes, los que hieren, los que fusilan, los que arrojan cadáveres al mar, los que no pueden ni con su sombra, los que dejaron la conciencia en el desierto y el futuro en el pasado, ¿son tan cobardes como para colgarse una medalla en el pecho o abrazar a sus hijos sin el menor escrúpulo?
       Por favor, miren hacia arriba, atraviesen las nubes, y luego déjense caer caer caer. El suelo los espera con la muerte, no la de todos sino una más roñosa."
Mario Benedetti, "Ustedes"


Así que supongo que esto, por desgracia, es todo lo que una puede pensar cuando le defienden a dictadores, cuando hay quien se atreve a juzgar cuál opinión es lícita o cuál no, cuando la temperatura apenas llega a un grado y hay que levantarse a las siete o cuando los ojos de la gente se vuelven más tristes y grises por los de arriba. Y es una pena que toda esta lluvia no se lleve de golpe la miseria (y no sólo es miserable quien no tiene dinero, yo hablo de la miseria de verdad, de los que sí lo tienen) o que la nieve no entierre las venganzas y las mentiras. Y aunque sea un tópico, está claro: "que paren el mundo que yo me bajo", que hoy todo está muy negro.


 

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